Todos hemos paseado en incontables ocasiones por el Parque de la Ciutadella de Barcelona, el primer parque urbano de la ciudad, nuestro Hyde Park particular, un punto de encuentro festivo entre todos los barceloneses y foráneos.
Casi todos sabemos que el Parque alberga un Jardín Botánico inmenso -con más de 100 especies diversas procedentes de todo el planeta -, varios museos -como el de Ciencias Naturales-, el Parque Zoológico de Barcelona, un sinfín de esculturas -como la dama del paraguas, que fue durante un tiempo la escultura más representativa de Barcelona-, todo ello ubicado en la extensión “verde” mas amplia de la ciudad.
Algunos -menos- saben que el Parque de la Ciutadella fue construido sobre una antigua caserna militar -de infame recuerdo para los barceloneses- y diseñado en el último tercio del siglo XIX por Josep Fontseré, un maestro de obras sustituído dos años antes de la inauguración de la Exposición Universal de Barcelona por Elías Rogent.
Lo que muy pocas personas conocen es que la historia del Parque de la Ciutadella está ligado a historias o leyendas muy antiguas, que han pasado de generación en generación y que se van perdiendo en el hilo de los tiempos.
Permitidme comentar algunas de ellas:
Pozo misterioso. Cuenta la leyenda que existía en el Barrio de la Ribera un pozo extremadamente profundo cuya agua jamás era consumida por los vecinos ya que emanaba destellos como fosforescentes y se escuchaban gritos y lamentos desde el interior.
Inquisidores arrepentidos que según cuentan, vaticinaron el final de la Ciutadella como fortín militar y auguraron la construcción de un parque para la ciudad, cosa que efectivamente se consumó.
El “Duende de Barcelona”, depositado en la capilla castrense por un militar sevillano. Se generaron ríos de tinta y gran controversia popular sobre la existencia -o no- del duende.