Hace unos 7.000 años, en la Draga, en Banyoles (Girona), durante el primer Neolítico, un grupo de artesanos trabajaba en un taller de joyería del que han sobrevivido los restos de collares hechos con concha, hueso y piedra, anillos de hueso y colgantes y brazaletes de mármol. El hallazgo de estas piezas -en una colaboración arqueológica de la UAB, MACB y CSIC que empezó en 1990-, hace apenas unos cuatro años, nos habla de la alianza remota y ancestral, prehistórica, de los humanos y las joyas.

¿Qué necesidad, tan íntimamente unida a nuestra naturaleza, tenemos de crear y usar joyas?.

Probablemente, la necesidad básica  es puramente emocional. Porque, desde su orígen, desde aquel período prehistórico, las joyas han tenido, por una parte, un carácter mágico y protector, incluso religioso -que los dioses cuiden de nosotros, de cada uno de nosotros, en nuestro día a día, gracias a recordarles y honrarles con el collar que colgamos de nuestro cuello-. Por otra parte, también han tenido un carácter social, reflejando, en la jerarquización de las comunidades, el lugar que cada cual ocupa: un signo, en definitiva, de poder.

Y, además, al convertirse en obsequio, han sido y son nuestro regalo de afecto a nuestros seres queridos para que estén protegidos, para que se sepa quiénes son en nuestras vidas y quienes somos nosotros en las suyas en forma de vínculo. Además, son objeto de recuerdo de aquel lugar, de aquel día... Y, por último, nos embellecen. ¿Acaso no son necesidades, todas ellas, marcadamente emocionales?. Y todas ellas, una joya las satisface.

Pero una joya tiene, además, otros significados. Todos ellos profundamente unidos a la personalidad de aquel que la fabrica y, por ende, de aquel que decide usarla. Porque una joya es, también, el diálogo entre su creador y la persona que, finalmente, la utiliza. 

En estos tiempos de conciencia sobre el planeta que habitamos y el modo cómo lo habitamos, la joya y, especialmente, la joya artesanal, es un diálogo muy personal entre el creador y el cliente, entre joyero y consumidor.

En Majale Barcelona, el respeto por el planeta habla de reciclaje y justícia. Habla de preservar la Tierra y respetar a sus habitantes. Habla de durabilidad en el tiempo y de usabilidad en el día a día.

Hay algo de mágico en el acero. Moldeable y resistente al mismo tiempo. Y hay mucho de respetuoso por el medio ambiente en su reciclaje. Muelles que con los que el acero recobra vida y se pone al servicio de la belleza, de acompañar en lo diario y en lo festivo sin pesar ni estropear, sin ensuciar y sin dejar de brillar. Acero inoxidable para recordar, honrar, prometer, celebrar y caminar hacia el futuro. Este es el espíritu de las creaciones en acero de Majale Barcelona... La sencilla y poderosa belleza de una materia que, recuperada, emerge como sinónimo de fuerza y armonía.

Un regreso al origen y una mirada al futuro, embelleciendo el presente.